4/10/13

Claves para consolidar el proyecto político

El logro de transformar un país está dado por el grado de involucramiento que pueda desarrollar el pueblo.
* Por Carlos López

La primera cuestión a considerar es asumir qué relación hay entre las características de la crisis política que estamos viviendo y el tipo de respuesta que hay que dar. Otra cuestión  a introducir es el papel de la unidad y la organización en el proceso de construcción política para ser eficaces en la disputa del poder. Es por ello que es importante que el crecimiento de cuadros políticos unidos y organizados no sea sólo algo retórico.
Resulta imprescindible recordar a Néstor  y Cristina: “Ningún dirigente, ningún gobernante, por más capaz que sea, puede cambiar las cosas si no hay una ciudadanía dispuesta a participar activamente de ese cambio. Desarmados de egoísmos individuales o sectoriales, las conciencias y los actos deben encontrarse en el amplio espacio común de un proyecto nacional que nos contenga, un espacio donde desde muchas ideas pueda contribuirse a una finalidad común”, decía Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003.
“Quiero también convocar a todos los argentinos a esta gesta, a que a esta década ganada, le siga otra década más en que los argentinos sigan ganando también. Porque yo me pregunto, yo no soy eterna, lo he dicho muchas veces, y lo que es más importante, tampoco lo quiero ser. Es necesario empoderar al pueblo, a la sociedad de estas reformas y de estas conquistas para que ya nunca nadie más pueda arrebatárselas, y sé de qué estoy hablando…  Hay algo que me desvela, que me obsesiona. Y es que los argentinos se organicen para defender todo lo que hemos logrado en estos años felices.” (Cristina Fernández de Kirchner, 25 de Mayo 2013)
Cuando Cristina habla de empoderar al pueblo, qué quiere significar: en primer lugar, en una sociedad que se hartó de sufrir las consecuencias de los que decidían por ella y comienza a demandar lo que atañe a sus condiciones de vida, sólo será posible si comprendemos no solo sumar adherentes y militantes a nuestra  fuerza, sino expandir las capacidades y saberes de nuestro pueblo.
Ahora bien, debemos consolidar  una organización con vida democrática, porque así se tendrá menos probabilidades de fracturas por diferencias y contradicciones, en tanto que se deberá contar con los mecanismos para procesarlas y resolverlas, lo que resulta vital para impulsar también la unidad con todos los sectores del campo popular. También tendrá menos chances de equivocarse, por cuanto las decisiones colectivas están basadas en una comprensión más integral de la realidad y los problemas a resolver. Ni qué hablar de la formación de cuadros, que sólo resultará posible en la medida en que cada uno tenga la oportunidad de asumir de manera efectiva su cuota de responsabilidad en la toma de las decisiones que afectan al conjunto. Y por último y principal, no sería creíble ni posible la construcción de una sociedad más democrática, como propuesta de una fuerza política que no sea capaz de practicar la democracia en su propio seno.
Nuestros militantes deben ser compañeros conscientes y convencidos de la lucha política que se tiene que desarrollar, capacitados técnicamente para llevarla adelante. La capacitación política, los aspectos imprescindibles para poder calibrar correctamente una situación determinada: informativos, históricos, doctrinarios. Un cuadro militante será aquel que reúne en su persona: primero, la capacitación política que le habilite para comprender y a la vez enseñar cuál es la situación del momento y sus soluciones; segundo, que entregue todas sus posibilidades al desarrollo de la acción política expresando así su férrea voluntad de profundizar el cambio; y finalmente, la capacitación técnica y la experiencia producto de la acción que deberá llevar a cabo para consolidar el proyecto.
El logro de transformar un país está dado por el grado de involucramiento que pueda desarrollar el pueblo. Y aquí vamos a introducir dos conceptos muy arraigados en América Latina: primero, los liderazgos populares; segundo, las convicciones que un pueblo organizado pueda llevar adelante. La clave de poder consolidar un proceso transformador es aumentar la base en la toma de decisiones. Cuantos más compañeros estén involucrados en esa toma de decisión más probable será llegar a las metas impuestas. Practicar la democracia para la toma de decisiones en el seno de nuestras organizaciones políticas no está reñido con la afirmación de un liderazgo, que por otro lado resulta necesario para proyectar la propia política a nivel popular. Pero tiene que ver con la convicción profunda acerca de que sólo el trabajo y la lucha colectivos pueden ser artífices de los cambios por realizar. Que no existe el héroe individual (excepto en las hazañas que se relatan en las películas norteamericanas)  y que “el único héroe verdadero es el héroe colectivo”.  Al decir de Héctor Oesterheld en la introducción a El Eternauta, “el héroe en grupo”. La clave del éxito de nuestro proyecto depende más de la preparación que de la suerte, más del esfuerzo que de la improvisación. Debemos  estar dispuestos, también, para lo inesperado o lo no deseado. Debemos adaptarnos a cada etapa histórica porque su aplicación debe ser analizada en forma concreta y no en forma abstracta.
Un concepto que debemos profundizar: la estrategia. Esta incluye una adecuada percepción de la realidad y un planteamiento del futuro deseable que es, a la vez, exigente y posible. La noción de estrategia conjuga lo real, presente, imaginario, deseable; permite ordenar ideas para que nuestra conducción ponga en práctica la capacidad de transformación de la realidad como base para cumplir los objetivos del proyecto: generar valor, lograr continuidad o permanencia, satisfacer las  necesidades  sociales y propiciar el crecimiento de nuestro país.
Nuestra clave es seguir construyendo este proyecto, que emergió a la gran mayoría de los argentinos el 25 de mayo de 2003, que viene desde el fondo de la historia, de aquellos momentos en los cuales el movimiento nacional y popular pudo expresarse en el gobierno, anteponiendo el poder popular  al poder de los que más tienen.
En Tiempo Argentino